Hoy me vestiré para una boda, pero no soy la novia, sino la cantante. Me pondré un vestido de fiesta, y colocaré una rosa en mi cabello, allí estaré de pie alzando mi voz ante un grupo de personas, celebrando que el amor ha encontrado un nuevo nido, donde dar a florecer sus semillas más preciadas.
Hace casi 13 años, me casé en un lindo jardín, con un vestido blanco y una primorosa coronita de perlas, de velo en rostro, zapatillas blancas, guantes y flores naturales, con válidas ilusiones, pero sabiendo tan poco de la vida. Me divorcié hace casi cuatro años y esa es otra larga historia, el punto es que como cantante,a veces regreso al escenario boda, y sé que superé mi lamentable experiencia porque mi corazón sigue sintiendo alegría, pero más que eso, como destellos de una joya perdida cuando los rayos del sol la encuentran, mi corazón vuelve a atisbar esperanza.
Esperanza de qué? de que ahora tengo un conocimiento adquirido que vale más que un diamante, lo conseguí con dolor, no hay duda, y no tiene por qué ser la norma, pero ahora lo tengo. ¿Cuál es ese conocimiento? Que la erradicación del divorcio en las familias, comienza por la correcta elección de un compañero de vida, pero aun más que saber eso, ¡sé como distinguir un buen compañero de vida!, y eso vale todo el oro del planeta.
He aquí una metáfora descriptiva sobre la persona con la que espero compartir mi vida:
Desde que éramos niños, y sin conocernos, fuimos aprendiendo a soñar con el mismo horizonte, a admirar la misma estrella, y a dibujar los mismos desenlaces, pero para recorrer el camino hacia todo ello, él era un pie, y yo el otro, distintos, pero compatibles, él podrá alcanzar la meta brincando en un pie, y yo también, pero si nos encontramos... podremos caminar ¡y correr! y sin duda llegaremos antes. Yo tengo algo que darle que no tenía, él tiene algo que no tenía yo, pero el sueño es el mismo para ambos, no de manera forzada o rebuscada, no originado por un eventual enamoramiento, no, un sueño desde la pasión más pura y honda de nuestros corazones, que no nació en función del otro, sino se ha venido forjando con los años, mucho tiempo antes de llegar a conocernos.
Hace casi 13 años, me casé en un lindo jardín, con un vestido blanco y una primorosa coronita de perlas, de velo en rostro, zapatillas blancas, guantes y flores naturales, con válidas ilusiones, pero sabiendo tan poco de la vida. Me divorcié hace casi cuatro años y esa es otra larga historia, el punto es que como cantante,a veces regreso al escenario boda, y sé que superé mi lamentable experiencia porque mi corazón sigue sintiendo alegría, pero más que eso, como destellos de una joya perdida cuando los rayos del sol la encuentran, mi corazón vuelve a atisbar esperanza.
Esperanza de qué? de que ahora tengo un conocimiento adquirido que vale más que un diamante, lo conseguí con dolor, no hay duda, y no tiene por qué ser la norma, pero ahora lo tengo. ¿Cuál es ese conocimiento? Que la erradicación del divorcio en las familias, comienza por la correcta elección de un compañero de vida, pero aun más que saber eso, ¡sé como distinguir un buen compañero de vida!, y eso vale todo el oro del planeta.
He aquí una metáfora descriptiva sobre la persona con la que espero compartir mi vida:
Desde que éramos niños, y sin conocernos, fuimos aprendiendo a soñar con el mismo horizonte, a admirar la misma estrella, y a dibujar los mismos desenlaces, pero para recorrer el camino hacia todo ello, él era un pie, y yo el otro, distintos, pero compatibles, él podrá alcanzar la meta brincando en un pie, y yo también, pero si nos encontramos... podremos caminar ¡y correr! y sin duda llegaremos antes. Yo tengo algo que darle que no tenía, él tiene algo que no tenía yo, pero el sueño es el mismo para ambos, no de manera forzada o rebuscada, no originado por un eventual enamoramiento, no, un sueño desde la pasión más pura y honda de nuestros corazones, que no nació en función del otro, sino se ha venido forjando con los años, mucho tiempo antes de llegar a conocernos.