Este es el espacio donde una Becky deja fluir las ideas, recoge memorias especiales y guarda las lecciones que le da la vida, en medio de la escuela de la cotidianidad.

domingo, 27 de febrero de 2011


El encanto femenino... y yo.

Debo empezar esta entrada con una confesión, hace unos días me puse dos calcetas negras, pero de distinto par. Luché infructuosamente por encontrar la compañera de alguna de las dos, al final, con algo de incomodidad, me las puse, metí los pies en las botas y fui a mi actividad. Era una actividad en la que debía estar sin zapatos, así que puse mucho cuidado en quitarme las calcetas sin que nadie me viera y quedarme totalmente descalza. En cuanto me senté en el piso me quedé mirando a mi compañera de enfrente, llevaba una calceta azul y una gris, la azul tenía rombos, la gris rallas y estaba rota del talón, ¡Y yo que tenía pena de mis dos calcetas negras de distinto estilo! Debo agregar algo, mi compañera es una admirable actriz, de mucha trayectoria, cuyo talento jamás se vio ni mínimamente opacado por llevar dos calcetas desiguales. Así que reflexioné un poco sobre lo mucho (¿o poco?) que he sufrido yo con la cuestión "imagen" especialmente en los años en que mi carrera artística se empezó a volver un poco más pública.

He tenido un problema con mi imagen desde que tengo memoria. Por ejemplo, la mejor vocación de mi cabello aunque es liso, es despeinarse.  Fijé en mi memoria una escena en la que a los 7 años aproximadamente, mi madre y yo sufríamos en una lucha de peine contra mis greñas, a partir de allí ella encontró una solución inteligente: me cortó el cabello en forma de casco y se acabaron los conflictos. Así que durante mi infancia no fui precisamente la niña linda de la clase, pero la verdad no me importaba mucho, no recuerdo sufrir por ello, aunque sí admirar la cola de caballo perfecta de María, y la capacidad de llegar al medio día con los ganchos puestos de Roxana.

Crecí jugando con mi hermano, vecinitos y primos, casi siempre hombres, así que jugaba canicas, fútbol, carreras de bicicletas, y guerritas, ese tipo de cosas para los que estar muy compuesta no importa mucho, y así fue que aprendí a sentirme simple, y a amar esa simpleza en mi vida. Pero la adolescencia llegó y el primer enamorado, y entonces me percaté de que algo en mí no era como debería. Me compré un spray y aprendí a tizarme el copete, todo el resto de mi cabello continuó su rebelde vocación despeinada, pero eso si, mi copete lucía impecable. Con la ropa fue otra historia, como crecí apegándome obsesivamente de los jeans y las botas amarradas, cavilaba entre la indecisión de si sentirme linda o sentirme simplemente yo, no fue nada fácil para mí en esa época, pero reconozco que en algún momento empecé a preocuparme un poco más de cómo lucía mi aspecto y si era atractiva para los chicos o no.

No, querido diario, no todo es tragedia, mi madre me regaló un libro llamado "El encanto femenino", cuando leí el título me emocioné mucho, ese libro me enseñaría por fin a ser una chica sensual y una "fem fatale!" Debo admitir que me decepcioné un poco cuando descubrí que el libro se enfocaba en virtudes y cualidades espirituales más que en tips de moda y belleza, pero lo leí, y realmente combinó conmigo, eran consejos que me parecían más fáciles de aplicar que el rímel o la sombra de ojos, "Para los ojos... la dulzura" Ok, eso no me costó mucho sinceramente ¬.¬ , "Para los labios... la sonrisa" Bien, después de la ortodoncia me fue más fácil :). "Para las manos... la bondad" Eso me nace, pensé modestia aparte.  Y así pues, definitivamente el libro debió haber servido de algo, porque no me faltaron pretendientes a pesar de que mi look siempre ha dado muestras de que hay un chip mal conectado en mi cabeza que tiene que ver con la moda y el estilo.

El punto más importante que hoy quiero fijar, es que aunque aprender mas a como cuidar mi imagen ha sido un plus importante para mi autoestima, no debo restar lo bien que me he sentido de no afanarme tanto al respecto, soy una persona libre, que sabe que vale por su esencia más que por su apariencia, cuando voy más arreglada me siento mucho mejor aceptada sin duda, y creo que es importante mostrarles a los demás que respeto sus eventos al presentarme peinada y compuesta, pero no sufro cuando apenas me hice un chongo, me puse mis jeans y botas y salgo a vivir, porque cuando hable con alguien, sabrá que mi encanto femenino no es superficial, sino de fondo, y tal vez, solo tal vez... alguien pueda empezar a aprender que la belleza que realmente perdura para siempre no es la física, y éste alguien lo transmita a otro alguien, y algún día el mundo celebre los encantos femeninos no visuales, pero más satisfactorios, más irresistibles, mas deseables que cualquier vanidad temporal, y entonces, solo entonces, mujeres como yo tal vez podamos concursar en un miss universo, donde se califiquen otro tipo de medidas!! ;)

Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios.  1 Pedro 3:3-4


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