Este es el espacio donde una Becky deja fluir las ideas, recoge memorias especiales y guarda las lecciones que le da la vida, en medio de la escuela de la cotidianidad.

viernes, 13 de mayo de 2011


La escuela del perdón 1. Algo está mal aquí



Pero al que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, 
mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, 
y que se ahogara en lo profundo del mar. Mateo 18:6


Pequeñas pautas empiezan a dar la sensación de que no todo está bien en nuestra relación de pareja, esa distancia que no se nota a simple vista, pero se palpa con el corazón.  Esa mirada que sabe que en el fondo revela secretos, y entonces esquiva la nuestra, se esconde. Cuando el corazón de una persona que dijo que te amaba está explorando paisajes lejanos, de alguna manera lo presientes, es esa diestra intuición de nuestro espíritu que aunque no consiga pruebas se sabe certera, y te susurra un: “Algo está mal aquí” aun cuando tu mente se esfuerce por autoconvencerte de que no es cierto, y tus palabras se empeñen en reiterar lo contrario.

Así en medio de esas sombras estaba yo el día que comprobé que mi espíritu estaba en lo cierto, algo estaba muy mal con el hombre que yo amaba. Después de huirle a las pruebas, las pruebas me encontraron a mí, y de la manera más fortuita me enteré que él había estado buscando en otras mujeres llenar un vacío que pensé que yo llenaba,así fuera vacío de diversión, de aprecio, de amor o de placer, sus hechos me gritaron que yo no lo llenaba, que yo… no había sido suficiente.

Me sentí fea, inútil, torpe y burlada, me sentí triste, también muy enojada.  Sentí mucho temor al comprender que tendría, por mi propia dignidad, que renunciar a él aunque lo hubiera amado, y continuar sola mi camino, y me repetí mil veces “¡¡Jamás voy a perdonarlo, jamás!!” Así se lo hice saber: “Aun cuando quisiera perdonarte, no puedo, si algún día pudiera perdonarte te lo diría, pero ahora lo único que sé, es que no quiero ni puedo perdonarte”.  Mi sistema inmunológico espiritual estaba bombardeado por un potente virus de resentimiento, y lo único bíblico que le deseaba en ese momento era Mateo 18:6. Podría empezar a contar sobre sus esfuerzos por convencerme de su arrepentimiento,  sobre cómo, a su manera, no a la mía, pero a su manera, me pidió perdón, pero hoy… ya cierto tiempo después de aquel funesto día, puedo decir que en la escuela del perdón, eso no fue lo que alivió mi corazón del profundo dolor de aquella traición, les diré que si lo hizo, a su debido tiempo y en la entrada (de blog) correspondiente.

Si hubiera podido ver el proceso de restauración que ha empezado Dios en mi corazón sobre el perdón (porque continúa), lo describiría de ésta manera:

Un día de esos en que la angustia es un pantano donde caes sin darte cuenta, lloré hasta el dolor físico, literalmente después de mucho tiempo de estar llorando me dolía todo el cuerpo, la cabeza estaba a punto de estallarme y los ojos me dolían tanto que no los sentía cómodos ni abiertos ni cerrados. Pero no lloré sola, sino en el regazo de mi Abba Padre, no quise mentirle, le dije que sabía que El esperaba que perdonara a la persona que me había engañado y traicionado mi confianza, pero que todo mi ser se resistía a eso: “Perdóname mi Dios si tu puedes perdonarme, pero esta vez te he defraudado, mi corazón ahora no podrá perdonar ni volver a confiar nunca en ninguna persona, menos en un hombre, menos en el hombre que acababa de lastimarme tanto, Dios… ¿me deshecharás de tu presencia por esto? Si es así lo odiaré, lo odiaré por haberme hecho caer en el odio, porque su pecado no solo lo pagará él, sino también yo, porque si yo no le perdono su ofensa, no me perdonaras tampoco tú las mías, así que arruinó mi vida, ¡la arruinó para siempre! A menos que… Señor, tú tengas algo en mente, Tú, porque yo ya no puedo y no tengo nada más que impotencia.” Así era, sus pensamientos, afortunadamente, no eran igual que los míos, Dios guardó silencio, pero ahora sé que ese día, quedé formalmente inscrita, en su Escuela del Perdón, mi maestro por excelencia… sería nada menos que el mismísimo Dios.
Continuará….  J  (Lo prometo...)

Bky

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